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Helicón... Taller de exploración de la palabra. Surgió en el Taller de Arte de Diag. 73 Nro 2065 como un espacio de lectura y escritura grupal. Se transformó en otro espacio de intercambio de alegría, escritura, lectura y anécdotas de 7 mujeres con ánimo de "decir". Y para decir al mundo, nace este lugar que da vida y se nutre de comentarios y textos del Taller con el afuera. Integrantes: Victoria Guzner Delia Urretaviscaya Patricia Cuscuela Patricia Crescenzo Mariana Quintana Lorena Rodríguez, Alicia Canutti, Mabel Nuñez y una especie de guía, quien escribe esta presentación: Analía Rodríguez Borrego. Bienvenidos!!

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martes, 16 de abril de 2013

ADORABLE CONDENA, de Patricia Crescenzo.





         
Julián levantó las frazadas del piso.  Hace tan sólo unos  minutos, ésa era su mullida cama. Ni bien despertó,  abrió exageradamente los ojos para comprobar que se encontraba allí, en la tranquilidad de su celda. Inspiró profundo, sintió cómo la humedad inundaba sus fosas nasales,   agravando la rinitis que lo dejaría sin olfato hasta que se abandonara nuevamente al sueño,  y agradeció sin palabras el mal aire que ahí se respiraba. Colocó todo en un rincón, flexionó y estiró las rodillas buscando con la mirada su cara reflejada en pedacitos, en el extremo de la puerta, justo arriba de la cerradura.  Adivinó  su imagen y sonrió sin mostrar los  dientes. Se higienizó  con la poca agua que salía de la canilla del lavatorio, mientras escuchaba el abrir de las puertas que daban el comienzo a un nuevo día,  en el penitenciario de Gorina.
A unos pocos  pasos se encontró con los muchachos, Fidel e Isaías lo estaban esperando, ya habían ido a recoger el pan que acompañaría al mate cosido con poca azúcar, que les preparaba el Tarta,  todas las mañanas. Se saludaron  distraídamente, mientras se dirigían al comedor,  allí planearían su rutina: seguramente timbeada  hasta la hora de la comida, y después,   la revancha del picadito  que ayer los dejara tan calentitos al Tano y al Tunga. Después,  estaba decidido a colgar a los chabones, para ir a tirarse un rato a relajar. Formaban un grupo extraño, de muy pocas palabras,  pero unidos en tomar decisiones,  solo una mirada cómplice, un cabeceo y ahí quedaba todo, no necesitaban más.
La timbeada siempre por algo que doliera, le había dejado el botín de la yerba y los fasos suficientes. El Tarta se había lucido con los bocadillos de coliflor y los churrascos de aguja vuelta y vuelta. Pese a encontrarse medio pesado para el trote, había parado dos terribles pelotas  y metido dos pepas antes que de la calentura y  los   perdedores patas duras, propiciaran la temida pelea tumbera.
Después de la corrida,  con las piernas dolientes por la golpiza,  se tira sobre la litera improvisada, respira pausado, saborea el bienestar de estar cumpliendo la condena,  que lo pusiera a salvo del odio y la venganza de las dos mujeres. Les había prometido fidelidad,    y después de saberse engañadas, habían intentado,   en dos oportunidades,  quitarle la vida.