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Helicón... Taller de exploración de la palabra. Surgió en el Taller de Arte de Diag. 73 Nro 2065 como un espacio de lectura y escritura grupal. Se transformó en otro espacio de intercambio de alegría, escritura, lectura y anécdotas de 7 mujeres con ánimo de "decir". Y para decir al mundo, nace este lugar que da vida y se nutre de comentarios y textos del Taller con el afuera. Integrantes: Victoria Guzner Delia Urretaviscaya Patricia Cuscuela Patricia Crescenzo Mariana Quintana Lorena Rodríguez, Alicia Canutti, Mabel Nuñez y una especie de guía, quien escribe esta presentación: Analía Rodríguez Borrego. Bienvenidos!!

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jueves, 25 de octubre de 2012


El grupo OULIPO fuE fundado en 1960 por Francois Le Lionnais, matemático apasionado por la literatura y por Raymond Queneauc, escritor devoto de la aritmética. Este grupo estudió e investigó sobre la literatura  incómoda o posibilidades inéditas de escrituras litearias. Literatura experimental.
En el Taller Helicón intentamos unos ejercicios que Queneauc propone,  y que provocaron la construcción de textos que exploraron el juego y la palabra.  

                       


                                     







                                                                  






jueves, 6 de septiembre de 2012


Victoria Guzner
La batalla del calentamiento

“En la batalla del calentamiento/ había que ver la furia del jinete/ jinete a la carga con la mano “y sacudíamos una, “con la otra” y sacudíamos las dos, así con cada miembro del cuerpo hasta sacudirnos como marionetas para sacarnos el frio de encima.
 Esta canción la  cantábamos en los campamentos infantiles, cada vez que el frío atravesaba nuestros cuerpos.  Hace unos días que me acompaña a todas partes,  y junto con ella,  los recuerdos de esos encantadores momentos. ¡Conocí y aprendí entonces tantas cosas! El mar, por ejemplo, cuya majestuosidad me provocó tal impresión,  que aún hoy lo observo con profundo respeto. Aprendí a compartir y a crear, a jugar muchos juegos entretenidos, otros no tanto.
 Cocinábamos nuestra propia comida. Recuerdo claramente aquella noche en que estábamos haciendo arroz con almejas que recolectamos por la tarde. En un momento dado, la olla,  quedó cubierta por escarabajos,  y como era lo único que había para comer,  sacamos de a uno los bichos y comimos igual.
Me encantaba la búsqueda del tesoro. Nos internábamos en el bosque, y aunque  me daba un poco de miedo separarme de mis compañeros, la emoción y el espíritu de aventura me daban la intrepidez necesaria para seguir adelante. En la zona donde acampábamos había muchos médanos. Solíamos subir por esas pequeñas montañas de arena y desde allí observábamos el campamento ¡qué vista tan graciosa! Las pequeñas carpas semejaban un ramillete de hongos con sombrerito.
 Aprendimos a hacer las carpas en un parque ubicado en las afueras de la ciudad de La Plata. Fuimos allí tres días, la excursión más larga hasta el momento. Primero organizamos los grupos que eran de tres personas cada uno,  pudiendo elegir a nuestros compañeros para compartir la carpa; luego limpiamos concienzudamente el terreno y la armamos, pero cuando todo estuvo listo y nosotros felices con nuestra obra, nos dieron la noticia de que ésa no iba a ser la nuestra,  sino que sería cualquier otra ¡qué bien pensado! Las bolsas de dormir, una frazada con una sábana encima doblada a la mitad,  y  a lo largo,  y luego cosidas con hilo chanchero, las confeccionamos nosotros mismos en el patio de la escuela. Muchas veces hubo que colgarlas para que se sequen al sol porque el baño estaba alejado.
                Luego de ese pequeño adiestramiento viajamos de La Plata a Salta. Después de un  larguísimo viaje en tren, llegamos cansados pero muy contentos. Conocimos paisajes imponentes. Para muchos de nosotros las montañas eran una novedad…
¡Ay! estoy sintiendo otra vez el frío intenso, mis manos empiezan a acalambrarse y me cuesta seguir escribiendo “En la batalla del calentamiento, …lástima que mis compañeros ya no me pueden oír. Espero al menos que alguien encuentre esta nota, había que ver la furia del jinete,  no sé si llegaré a escribir sobre el compañerismo y la solidaridad extrema que se dan aquí… jinete a la carga con la mano/ con la otra/ con un pie/ con el otro, pero al menos quiero que el mundo se entere que el miedo, el dolor, el hambre y el frío, este tremendo frío de trinchera, puede hacer brotar lo mejor de cada uno como en aquellos campamentos infantiles.
                                                                                                                

 Islas Malvinas 1982

sábado, 14 de julio de 2012

Clotilda, de Mariana Quintana


Corría el año 1775 y en el Sindicato de escobas las cosas se empezaban a complicar. Trabajaba ahí desde que descubrí que me encantaba arreglar varitas, pociones mal hechas y sobre todo las escobas en las que andaban mis compañeras del Sindicato.

Contradictoria, como siempre me sentía en este mundo, no me interesaba hacer salidas nocturnas por la luna, el tema de las pociones lograba enfadarme porque no entendía cómo las brujas podían hacer las pociones mal… la pucha, ¡si eran brujas! Pero las perdonaba porque en esa época era bastante peligroso ser bruja, sino fíjense lo que les pasó a mis amigas de Salem…

Si bien hacía varios años que sufríamos persecuciones, llegar a 1775 provocaba grandes cambios. En nuestro entorno se escuchaban rumores que una revolución se acercaba y que James Watt era uno de los grandes protagonistas.

Recuerdo que ese día fue de mucho trabajo, la incertidumbre hacía que las brujas se chocaran en el aire, rompan escobas y varitas, porque no soportaban saber que otra persona fuera más inteligente e innovadora con sus creaciones.

Ese día, Filomena vino gritando como una loca porque se había enterado que dentro de todo lo que provocó esa revolución, existía la posibilidad de poner nuestras escobas la máquina a vapor.

La miré raro porque nosotras podíamos volar sin necesitar de un aparato que nos ayude a hacerlo. Pero ella insistía que la rapidez que provocaba la máquina a vapor, iba a lograr que llegara antes que los tucanes al árbol y trabajar con ellos sin que logren escapar.

Y lo hice, el Sindicato de escobas convocó una reunión para determinar los costos. Las instancias de diálogo fueron largas, ya que como les vengo diciendo, a las brujas nos cuestan los cambios y esto de ponerle una especie de motor a nuestras escobas provocaba nervios y risas a montones.

Al principio se descomponían rápido y las arreglaba. Me llevaba un poquito más de tiempo hacerlo pero las brujas iban tan rápido en sus nuevas escobas que empezaron a tener paciencia y con la paciencia vinieron más cambios y con los cambios, el paso del tiempo…

Solo les puedo contar que Filomena fue la más favorecida y no por llegar con su escalera más rápido a la copa de los árboles sino que además, en el Sindicato, empezamos a vislumbrar sus cabellos más lacios aunque ella insistía en que faltaban 7 tucanes más… ¿Para qué? Preguntamos todas, pero eso ya es otra historia…

                                                                                                                         Mariana

lunes, 18 de junio de 2012

Luis Pescetti » Archivo » El cuerpo humano del hombre y de la mujer

Luis Pescetti » Archivo » El cuerpo humano del hombre y de la mujer

Cuento grupal

 Este es  un atardecer en el campo, ya terminando las tareas, el sol todavía ilumina, pero sobre el cielo asoman las sombras. Los peones están retirando sus maquinarias para ir al descanso, sólo Edward permanece en vigilia,  armado,  vigilando por acontecimientos que recientemente han pasado. 
En el pueblo hacía mucho tiempo que no llovía, los animales no tenían qué comer y Edward lo  padecía  con su familia. Se rumoreaba que el lugar iba a desaparecer y no sabían de qué manera solucionarlo. A Edward lo habían criado desde chico rodeado de armas y fusiles. Su camisa roja era el comienzo de un devenir tortuoso.  ¿Era un presagio sangriento? Los comentarios de hordas incendiarias habían llegado al pueblo. Los campos resecos serían presa fácil del fuego. Edward sabía que de sus manos y sus armas dependía toda la vida que encerraba su campo. Con padres ancianos y una familia reciente,  era el único capaz de hacer frente al peligro.
 Llevaba 3 días sin dormir y sentía que las fuerzas lo estaban abandonando.  Se sentía muy solo en esta lucha, y parecía que el resto de la gente no tomaba consciencia de lo que podía llegar a suceder. Él había advertido desde un primer momento algo extraño en las personas que se acercaban a su casa para preguntar cómo era el lugar,  decían tener  intenciones de instalarse ahí para alejarse de la gran ciudad. Pero el objetivo  no era este,  sino que habían realizado investigaciones y tenían conocimiento de que en la zona era probable encontrar petróleo. Lo más difícil era convencer a la gente del lugar  de que cediera las tierras aunque el pago  fuera  muy bueno. Todos se aferraban a sus propiedades. Algunas escaramuzas  habían circulado en rumores para atemorizar a los pobladores y hacerles ceder de sus posiciones.

JUEGO DE NARRACIÓN PARA EL LECTOR           

Imprevistos posibles de narrar a partir de este cuento grupal:
<!--[if !supportLists]-->-         <!--[endif]-->Llegaron periodistas
<!--[if !supportLists]-->-         <!--[endif]-->Hubo un hundimiento de la tierra.