Victoria
Guzner
La
batalla del calentamiento
“En
la batalla del calentamiento/ había que ver la furia del jinete/ jinete a la
carga con la mano “y sacudíamos una, “con la otra” y sacudíamos las dos, así con cada miembro del cuerpo
hasta sacudirnos como marionetas para sacarnos el frio de encima.
Esta canción
la cantábamos en los campamentos
infantiles, cada vez que el frío atravesaba nuestros cuerpos. Hace unos días que me acompaña a todas
partes, y junto con ella, los recuerdos de esos encantadores momentos.
¡Conocí y aprendí entonces tantas cosas! El mar, por ejemplo, cuya
majestuosidad me provocó tal impresión,
que aún hoy lo observo con profundo respeto. Aprendí a compartir y a
crear, a jugar muchos juegos entretenidos, otros no tanto.
Cocinábamos
nuestra propia comida. Recuerdo claramente aquella noche en que estábamos
haciendo arroz con almejas que recolectamos por la tarde. En un momento dado,
la olla, quedó cubierta por escarabajos, y como era lo único que había para
comer, sacamos de a uno los bichos y
comimos igual.
Me encantaba la búsqueda del tesoro. Nos
internábamos en el bosque, y aunque me
daba un poco de miedo separarme de mis compañeros, la emoción y el espíritu de
aventura me daban la intrepidez necesaria para seguir adelante. En la zona
donde acampábamos había muchos médanos. Solíamos subir por esas pequeñas
montañas de arena y desde allí observábamos el campamento ¡qué vista tan
graciosa! Las pequeñas carpas semejaban un ramillete de hongos con sombrerito.
Aprendimos a
hacer las carpas en un parque ubicado en las afueras de la ciudad de La Plata. Fuimos
allí tres días, la excursión más larga hasta el momento. Primero organizamos
los grupos que eran de tres personas cada uno,
pudiendo elegir a nuestros compañeros para compartir la carpa; luego
limpiamos concienzudamente el terreno y la armamos, pero cuando todo estuvo
listo y nosotros felices con nuestra obra, nos dieron la noticia de que ésa no
iba a ser la nuestra, sino que sería
cualquier otra ¡qué bien pensado! Las bolsas de dormir, una frazada con una
sábana encima doblada a la mitad, y a lo largo,
y luego cosidas con hilo chanchero, las confeccionamos nosotros mismos
en el patio de la escuela. Muchas veces hubo que colgarlas para que se sequen
al sol porque el baño estaba alejado.
Luego de ese pequeño
adiestramiento viajamos de La Plata a Salta. Después de un larguísimo viaje en tren, llegamos cansados
pero muy contentos. Conocimos paisajes imponentes. Para muchos de nosotros las
montañas eran una novedad…
¡Ay! estoy sintiendo otra vez el frío intenso, mis
manos empiezan a acalambrarse y me cuesta seguir escribiendo “En la batalla del calentamiento, …lástima
que mis compañeros ya no me pueden oír. Espero al menos que alguien encuentre
esta nota, había que ver la furia del
jinete, no sé si llegaré a escribir
sobre el compañerismo y la solidaridad extrema que se dan aquí… jinete a la carga con la mano/ con la otra/
con un pie/ con el otro, pero al menos quiero que el mundo se entere que el
miedo, el dolor, el hambre y el frío, este tremendo frío de trinchera, puede
hacer brotar lo mejor de cada uno como en aquellos campamentos infantiles.
Islas
Malvinas 1982