El timbre de la sirena sonó en punto. Era el cumpleaños número
cuarenta de la Piola. No le hizo falta
abrir los ojos ya que su noche había sido un desvelo. La inglesa la zamarreó a
los gritos al compás de un “¡feliz cumpleaños!”, con sonidos de metal y guitarra de rejas.
Agradeció sin ánimos de festejo.
La abrazó y le agradeció estar allí. La celda plateada,
brillaba con las guirnaldas hechas de diarios y revistas que habían recibido de
alguna visita dominical.
Las compañeras más cercanas de “la Piola ”, apodo que Mirta
obtuvo al segundo día de arresto por haberle conseguido a “la Jefa ” un paquete de
cigarrillos sin filtro, le prepararon un juego de tacitas de café que
confeccionaron en el taller de cerámica que compartían cada martes a las siete
de la tarde. Las decoraron con su nombre, rodeado de la imagen de una paloma hecha con
el punzón oxidado de una vieja interna. “La Inglesa ”, quién compartía su celda, había logrado
que Mirta no concurriera al taller para no enterarse.
Cumplía 40 años y aún la perturbaba el recuerdo del estruendo
del día que la condenó a la tumba. Lo seguía queriendo a pesar de todo. Se
frotó los ojos para borrar la imagen y se predispuso a seguir a su compañera, mientras seguía risueña por las guirnaldas que
veía en el camino al horario de desayuno.
“La Jefa ”
calló a todas, cerraron las cortinas emparchadas con rapidez, mientras Quica
apretaba el “play” del último grabador de cinta que quedaba en la Unidad.
A “la Piola ”
le transpiraban las manos. Caminaba lento mientras descubría nuevas manchas en
las paredes que siempre le hacían recordar al juego en que mirás al cielo y ves
pasar las nubes creando diferentes formas, aunque cada jugador siempre termine viendo un
conejito.
Le sorprendió la oscuridad del pabellón porque allí era todo
rutinario; a esa hora siempre estaba iluminado. Tantea el primer toma de luz
que encuentra y escucha un catarro aguantado con el sonido de una melodía
conocida, cantada por el Sapo Pepe al
compás del Feliz Cumpleaños de todas sus compañeras. Se abrieron las cortinas
de golpe y, Mirta quedó observándolas
una por una. Se le notaban unas lágrimas que corrían por sus mejillas de la
emoción de saberse festejada y querida como hacía tiempo no sentía.
“La Cata ” había colaborado en la decoración del
bizcochuelo, quien le agregó un Mickey Mouse del chocolate Jack que le había
traído la madre para su nena de un año.
Ella fue la que consiguió el casette dentro de la guardería del Penal. Otra
música de cumpleaños no había. Solo canciones de Karina y Daniel Agostini se
escuchaban en las celdas y alguna que ponía La Renga o Los redonditos de Ricota; pero eran las
menos.
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¡Un aplauso para la Piola de las cuatro décadas!
Alentaba “La Jefa ”
desde la punta de la mesa larga, que
habían preparado con grandes cantidades de jugo Mocoretá, sándwich de paleta y
fiambrín y, de postre, alfajorcitos de
maicena rodeados de grana roja, en honor al club de los amores de Mirta.
Dos guardias custodiaban el evento, mientras las internas
bailaban y se hacían chistes unas con otras. “La Piola ” no quiso que haya
lentos en su festejo, aunque “la Jefa ” consiguió el tema de
Ricky Martin “fuego de noche, nieve de día” porque sabía que era su favorito.
Quica y Beatriz ayudaron a prender las velas de cera rosa, “la Cata ” encendía nuevamente el
feliz cumpleaños con el que todas comenzaron a aplaudir, mientras Mirta pedía
sus tres deseos entre sollozos , y la sirena empezaba a sonar para advertir que
ya era la hora de retornar a sus celdas.
Mariana
Quintana
Muy bueno Mariana! un espacio tan difícil humanizado. Me gustó!
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