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Helicón... Taller de exploración de la palabra. Surgió en el Taller de Arte de Diag. 73 Nro 2065 como un espacio de lectura y escritura grupal. Se transformó en otro espacio de intercambio de alegría, escritura, lectura y anécdotas de 7 mujeres con ánimo de "decir". Y para decir al mundo, nace este lugar que da vida y se nutre de comentarios y textos del Taller con el afuera. Integrantes: Victoria Guzner Delia Urretaviscaya Patricia Cuscuela Patricia Crescenzo Mariana Quintana Lorena Rodríguez, Alicia Canutti, Mabel Nuñez y una especie de guía, quien escribe esta presentación: Analía Rodríguez Borrego. Bienvenidos!!

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jueves, 6 de junio de 2013

Un festejo de cuatro décadas


El timbre de la sirena sonó en punto. Era el cumpleaños número cuarenta  de la Piola. No le hizo falta abrir los ojos ya que su noche había sido un desvelo. La inglesa la zamarreó a los gritos al compás de un “¡feliz cumpleaños!”,  con sonidos de metal y guitarra de rejas. Agradeció sin ánimos de festejo.
La abrazó y le agradeció estar allí. La celda plateada, brillaba con las guirnaldas hechas de diarios y revistas que habían recibido de alguna visita dominical.
Las compañeras más cercanas de “la Piola”, apodo que Mirta obtuvo al segundo día de arresto por haberle conseguido a “la Jefa” un paquete de cigarrillos sin filtro, le prepararon un juego de tacitas de café que confeccionaron en el taller de cerámica que compartían cada martes a las siete de la tarde. Las decoraron con su nombre,  rodeado de la imagen de una paloma hecha con el punzón oxidado de una vieja interna. “La Inglesa”, quién compartía su celda, había logrado que Mirta no concurriera al taller para no enterarse.
Cumplía 40 años y aún la perturbaba el recuerdo del estruendo del día que la condenó a la tumba. Lo seguía queriendo a pesar de todo. Se frotó los ojos para borrar la imagen y se predispuso a seguir a su compañera,  mientras seguía risueña por las guirnaldas que veía en el camino al horario de desayuno.
La Jefa” calló a todas, cerraron las cortinas emparchadas con rapidez, mientras Quica apretaba el “play” del último grabador de cinta que quedaba en la Unidad.
A “la Piola” le transpiraban las manos. Caminaba lento mientras descubría nuevas manchas en las paredes que siempre le hacían recordar al juego en que mirás al cielo y ves pasar las nubes creando diferentes formas,  aunque cada jugador siempre termine viendo un conejito.
Le sorprendió la oscuridad del pabellón porque allí era todo rutinario; a esa hora siempre estaba iluminado. Tantea el primer toma de luz que encuentra y escucha un catarro aguantado con el sonido de una melodía conocida,  cantada por el Sapo Pepe al compás del Feliz Cumpleaños de todas sus compañeras. Se abrieron las cortinas de golpe y,  Mirta quedó observándolas una por una. Se le notaban unas lágrimas que corrían por sus mejillas de la emoción de saberse festejada y querida como hacía tiempo no sentía.
La Cata”  había colaborado en la decoración del bizcochuelo, quien le agregó un Mickey Mouse del chocolate Jack que le había traído la  madre para su nena de un año. Ella fue la que consiguió el casette dentro de la guardería del Penal. Otra música de cumpleaños no había. Solo canciones de Karina y Daniel Agostini se escuchaban en las celdas y alguna que ponía La Renga o Los redonditos de Ricota; pero eran las menos.
-         ¡Un aplauso para la Piola de las cuatro décadas! Alentaba “La Jefa” desde la punta de la mesa larga,  que habían preparado con grandes cantidades de jugo Mocoretá, sándwich de paleta y fiambrín y,  de postre, alfajorcitos de maicena rodeados de grana roja, en honor al club de los amores de Mirta.
Dos guardias custodiaban el evento, mientras las internas bailaban y se hacían chistes unas con otras. “La Piola” no quiso que haya lentos en su festejo,  aunque “la Jefa” consiguió el tema de Ricky Martin “fuego de noche, nieve de día” porque sabía que era su favorito.
Quica y Beatriz ayudaron a prender las velas de cera rosa, “la Cata” encendía nuevamente el feliz cumpleaños con el que todas comenzaron a aplaudir, mientras Mirta pedía sus tres deseos entre sollozos , y la sirena empezaba a sonar para advertir que ya era la hora de retornar a sus celdas.       



Mariana Quintana

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